TRANSITAR FRONTERAS EN COMPANIA DE JESUS DE NAZARET
Transitar fronteras en compañía de Jesús de Nazaret
Hace un año que terminó la CG 35 de la Compañía de Jesús, durante este año han empezado a circular las expresiones “situarse en la fronteras” y “tender puentes” en los ámbitos apostólicos de la Compañía, el origen de estas expresiones se encuentran tanto en la homilía del P. General de la Compañía en la Eucaristía de Acción de gracias, como en la alocución de Benedicto XVI a los Congregados:
“Por eso la Iglesia necesita con urgencia personas de fe sólida y profunda, de cultura seria y de auténtica sensibilidad humana y social; necesita religiosos y sacerdotes que dediquen su vida precisamente a permanecer en esas fronteras para testimoniar y ayudar a comprender que existe, en cambio, una armonía profunda entre fe y razón, entre Espíritu evangélico, sed de justicia y laboriosidad por la paz” Benedicto XVI. Audiencia a la CG 35.
Estas expresiones toman forma en el documento de Misión (Decreto 3º) y comienzan a ser profundizadas y reflexionadas. Doy por supuesto que se conocen estos documentos.
Las fronteras son territorios, poco definidos en su mayoría, que “tenemos puestos y colocados enfrente” (Diccionario de la RAE), normalmente para atravesarlos hace falta pasaporte y si no se tiene se corren muchos riesgos. Salir del propio territorio siempre provoca un cierto temor a la inseguro, por muchos mapas que tengamos no son territorios recorridos y eso provoca inseguridad. Cuando se nos invita a situarnos y explorar fronteras se nos supone con capacidad para asumir riesgos. Se nos señalan dos fronteras a explorar desde el ámbito de la fe en el Señor Jesús y su Buena Noticia: el ámbito de los saberes humanos y los ámbitos de injusticia y exclusión. Estas fronteras no son geográficas son culturales, sociales, religiosas, económicas… están presentes en todas las dimensiones de nuestra vida apostólica:
“Pienso yo hoy, para mí cuales son ahora las “naciones”. En efecto, aquí estamos todas las naciones geográficas, pero quizá existen otras naciones, otras comunidades no geográficas, sino humanas que reclaman nuestra asistencia: los pobres, los marginados, los excluidos. En este mundo globalizado aumenta el número de los que son excluidos por todos. De los que son disminuidos, porque en la sociedad sólo tienen cabida los grandes, no los pequeños. Todos los desaventajados, los manipulados, todos estos, son quizá para nosotros estas “naciones”: Las naciones que tienen necesidad del profeta, del mensaje de Dios” P. Adolfo Nicolás en la Eucaristía de Acción de Gracias.
La invitación a la frontera siempre es una llamada a salir de lo conocido, a vencer perezas y rutinas, a dejarse cuestionar por lo que se percibe como amenaza, a escuchar los temores que nos pueden paralizar, es una invitación a equivocarse y corregir, es un ejercicio de libertad y de coraje, es hacer verdad la Buena Noticia de Jesús. Voy a recorrer con Jesús el relato evangélico para que nos ilumine a la Compañía, hago la reflexión teniendo especialmente presente a la Vida Consagrada, para colocarnos en la vida del modo que el Ministerio de Pedro y la CG 35 nos pide.
a) “Simón, tengo algo que decirte…”
“este si fuera profeta sabría quién es y que clase de mujer es esa… - Simón, tengo algo que decirte…” Lc 7, 36-50
Jesús se encuentra en casa Simón el fariseo y entra “la pecadora de la ciudad”. Dos miradas, dos percepciones distintas de la realidad que tienen enfrente. El fariseo se encuentra con la radical incapacidad de percibir en la mujer, herida en su dignidad, a una criatura del Dios de la vida, y genera una práctica de desprecio y de exclusión. Simón es incapaz de atravesar la frontera que acota y define los buenos y los malos comportamientos, es incapaz, está cegado, está instalado en su creerse a bien con Dios y seguro de sí, de percibir lo humano en su dimensión más desgarradora: la criatura des-quiciada, abatida, des-nortada, “pecadora”. Jesús, atraviesa la frontera, percibe a una mujer que necesita ser reconstruida pero que al mismo tiempo es capaz de mostrar lo más humano como es el agradecimiento y la búsqueda del contacto corporal, necesita pegarse a otro humano para no hundirse del todo, “besa los pies de Jesús”, se agarra a un hilo de vida como posibilidad de salvación. Jesús genera una práctica de alivio, de perdón, de reconstrucción, de sanación.
“Compañía de Jesús, Vida Consagrada, tengo algo que decirte”: ¿Cómo percibes a las criaturas de este mundo tan dolorido, injusto y desquiciado? ¿Eres capaz de percibir la llamada de las criaturas detrás de tantos comportamientos desquiciados o te instalas en la condena y el desprecio? Tenemos muchos retos morales, éticos… lo humano está muy amenazado, hay fronteras muy incomodas en los territorios de la bio-ética, de los comportamientos morales y éticos, se nos impone cuidar lo humano, pero en esta frontera no puede faltar la compasión, que es percibir el dolor de tantas criaturas que se sienten estigmatizadas en lo más intimo por que se sienten juzgadas, despreciadas, por aquellos que se creen seguros y poseedores de la ciencia del bien y del mal. Pidamos la sabiduría del discernimiento, de la competencia profesional, no el manejo de los tópicos y sobre todo que no falte misericordia.
c) “¿Quién te mete a ti en esto, Jesús?”
“- ¿Quién te mete a ti en esto, Jesús, Hijo de Dios Soberano?” Lc 8,26-39
Jesús marcha a la otra orilla del lago, se adentra en la tierra de los Gerasenos, se adentra en un mundo que no el suyo de procedencia, se adentra en el territorio en donde se va a encontrar a una legión de demonios: la infrahumanidad. En este momento Jesús cruza una auténtica frontera. Jesús se encuentra con un hombre que se autolesiona, que no posee la palabra sino que grita, despojado de vestido y en desnudez indigna, viviendo en lugares de muerte como son los sepulcros, la gente lo quiere fijar a la muerte atándolo con cadenas… Jesús se adentra en el reverso de la sociedad, se adentra en el caos y desorden, pasa al “otro lado”.
Esta realidad confronta a Jesús y le pregunta “¿quién te mete en esto?” El adiestramiento en esta realidad es tenso y duro porque son muchos los demonios con los que se encuentra Jesús. Jesús se mete en la realidad empujado siempre por el Espíritu de Vida, Jesús se encarna en este mundo y este mundo tiene sus infiernos muy concretos, Jesús, el Hijo del Dios Vivo, no ha venido a este mundo para quedarse en los lugares de sentido, bienestar, reconocimiento social, se adentra en todos recovecos infernales. Hay fronteras que si se pasan se pierde la seguridad porque entonces “el otro lado” nos pregunta en virtud de qué o de quién nos metemos en ese mundo dominado por los poderes opresores que hoy son muy sutiles.
La Vida Consagrada no puede caer en la trampa del repliegue y de quedarse en territorios conocidos, tiene que “dejarse meter por el Espíritu” en el otro lado, ese otro lado habrá que percibirlo en los diversos contextos pero siempre será el lado de los campos de refugiados, de las periferias, asentamientos, lugares en la que amenaza de lo humano es continua. No siempre nos dejamos preguntar por la realidad en virtud que qué o de quién nos adentrábamos en el territorio de los pobres y excluidos, muchas no fuimos a ellos sino que huíamos de lo siempre, hoy con las intenciones más purificadas no se trata de ir hacia ese mundo huyendo de nada sino reencontrando que esos territorios son los habitados por los preferidos del Padre.
Hay fronteras ocultas e irrelevantes, fronteras que no están mapeadas, que sumergen en el anonimato y llevan a los rincones en donde se pone en juego la dignidad de millones criaturas. Pidamos nos perder la capacidad de dejarnos empujar por el Espíritu, para seguir las prácticas de liberación y sanación de Jesús. Cuando Jesús se confronta con los demonios del geraseno, este aparecerá después “sentado, vestido y en su juicio”, este hombre ha recuperado su dignidad de criatura. El encuentro tenso ha generado Vida. A Jesús le piden que se marche porque ha desestabilizado el contexto, el orden de este mundo quiere a los gerasenos atados con cadenas y en los territorios de exclusión, Jesús nos da la fuerza para como él y con él generar procesos en donde los excluidos se reencuentren en los lugares de vida y no de muerte.
Tenemos el riesgo en muchos contextos Vida Consagrada de no hacer verdad, en los estilos de vida y ubicaciones, la invitación y palabras de ánimo de Benedicto XVI: “os animo a proseguir y renovar vuestra misión entre los pobres y con los pobres” (Audiencia a la CG 35). Entre y con los pobres nos pide un nuevo cambio de sensibilidad, un aprender de los errores y aciertos cometidos estos años para seguir desplazando la ubicación de la Vida Consagrada hacia la periferia. Esto sigue afectando a todas las Congregaciones, en cuanto a admisión de candidatos, depuración de las motivaciones en el seguimiento, ubicación de las casas de formación y sobre todo en sentir pasión por el Señor de la Vida y sus criaturas más amenazadas.
d) “El hijo mayor se indignó y no quiso entrar…”
“recaudadores y descreídos se acercaban en masa para escucharlo. Los fariseos y letrados lo criticaban diciendo: - Ese acoge a los descreídos y come con ellos… El hijo mayor se indignó y no quiso entrar…” Lc 15, 11-32
Jesús come con pecadores y descreídos. Compartir la mesa, en la cultura de Jesús, es el gesto y la practica que expresa que los descreídos y pecadores son de la familia de Dios. La mesa compartida es signo del Reino. Jesús ha vuelto a traspasar una frontera peligrosa: la comensalía abierta a todos. Jesús en el convite del reino convive con los mal vistos por la gente de la ley, por aquellos que han hecho de Dios una propiedad privada. Jesús no excluye sino que incluye, Jesús no rechaza sino que acoge, Jesús no separa sino que une, Jesús no condena sino que perdona. Hoy las Iglesias y las religiones están tentadas de trazar líneas de separación muy definidas, no da la impresión que estén dispuestas a asumir el ser sacramento de salvación para todos y lugares anticipadores de fraternidad y justicia. Líneas cada vez más controladas, en la que los vigilantes están dispuestos a eliminar cualquier zona de intercambio y de mesa compartida por los hombres y mujeres de buena voluntad.
Jesús tiene que experimentar con dolor que los “hijos mayores” no quieren entrar a la mesa compartida ni a la mesa de la fraternidad, el Padre sale a buscarlos para que entren a la fiesta acogedora de los “hijos pequeños” que retornan a casa sólo por subsistir y que se han encontrado con que el Padre los acoge como hijos, pero no quieren entrar. Este no querer entrar es lo más duro de la parábola, lo más duro que experimenta Jesús ante su oferta de fraternidad.
A pesar de resistencias e indignaciones que la Compañía, la Vida Apostólica, puedan encontrar tiene que diluir fronteras excluyentes y generar dinámicas de mesa compartida, generar espacios educativos, formales y no formales, en donde se experimente que se diluyen las líneas divisorias étnicas, de género, de procedencia, líneas divisorias creadas por sensibilidades culturales y religiosas diversas, ámbitos para educar ciudadanos y ciudadanas abiertos a la vida y al reconocimiento del “otro”, de lo distinto. Los alejados no están tan lejos de nosotros, no hace falta recorrer muchos caminos para encontrarlos, están en nuestros colegios, universidades, son vecinos de nuestra parroquias y nuestras casas, ¿qué nos pasa que estando tan cerca no sabemos muy bien qué hacer? Seguimos estando muy bien con los “nuestros” pero los “otros” están muy cerca, cada vez más cerca. Tenemos que ser creativos para poder sentarnos a la misma mesa sabiendo que las resistencias y reticencias están en ambas partes pero tenemos que tender puentes. ¿Entienden los alejados nuestros lenguajes? ¿Entendemos nosotros los suyos?
Tenemos que ser especialmente sensibles en que los contenidos formulados respondan a nuestras prácticas de hecho. Tenemos formulaciones muy correctas, muy evangélicas pero tenemos que reubicarnos para hacer verdad lo que profesamos. No podemos hacer “homilías” preciosas sobre la preferencia de Jesús por los pequeños, por ejemplo, y al mismo tiempo decir “señora saque al niño de la Iglesia que me molesta”. Jesús dice y hace, Jesús proclama la Buena Noticia del Dios Padre de todos y se sienta a comer con todos. Jesús proclama la Misericordia de Dios y por eso invita a todos. Estas persuasiones solo surgen si arraigamos nuestra vida en el Dios Padre y Creador que se nos revela en Cristo Jesús. No podemos tender puentes sino estamos profundamente persuadidos de que vale la pena de verdad que se encuentren los que están en ambas orillas.
Tenemos que disponernos a la mesa compartida, no vivirla como amenaza, los miedos a la perdida de la propia identidad están siendo tremendamente paralizantes, cuando en la Vida Consagrada se teme por la propia identidad estamos negando de hechos la posibilidad de compartir mesa con otros. Se están dando muchos discursos falaces sobre la identidad, evidente que la identidad nos la da el apego cordial a “nuestra vocación en instituto que es camino para ir a él”, pero la insistencia en la identidad nos está blindando de hecho ante otras realidades. La GG 35 en el decreto de identidad formula bellamente como la identidad no blinda sino que es capaz de encender otros fuegos.
e) “No lo conozco, mujer”
“- También este estaba con él. Pero el lo negó diciendo – No lo conozco, mujer.” Lc 22, 54-62
Pedro no quiere de ningún modo pasar la frontera para acercarse al Jesús entregado hasta el final: niega todo lo vivido con él. Pedro y los seguidores no quieren traspasar unos límites en el seguimiento de Jesús. Quieren seguir a Jesús sin dar la vida. Cuando perciben que no hay primeros puestos, cuando ven que los primeros en el reino son los últimos de este mundo, cuando perciben que Jesús no se retira ante la ciudad que mata a los profetas mejor negar a Jesús que arriesgar la vida hasta el final.
La “espiritualidad” se ha convertido en nuestra cultura en una palabra muy peligrosa, enmascara muchas cosas, y sospecho que lo que más enmascara y bloquea es la resistencia a conocer internamente al “Cristo entregado”. Jesús en la pasión atraviesa la frontera de las pasividades y los limites, Jesús prefiere entregar su vida antes que en nombre del Dios Fuente de la Vida desde el que ha vivido toda su existencia crear sufrimiento, violencia y muerte. Jesús sabe que los únicos derechos que hay que defender son los de los santos inocentes, los derechos de la victimas, de los pobres, de los excluidos, de los humillados, de los ninguneados, de los oprimidos y asfixiados y no los derechos del “yo”. Hay espiritualidades que no están dispuestas a ceder en los derechos del “yo”, de ceder en el bienestar del “yo” a favor del bienestar de los otros, de ceder en las comodidades del “yo”” para luchar para que los otros tengan un mejor “acomodo” en la vida… Hay espiritualidades que no quieren traspasar las fronteras del yo, si está frontera no se pasa imposible sensibilizarse para otras fronteras.
No conocer el rostro del Cristo sufriente es no querer conocer al Dios Comunidad de Amor implicado compasivamente con sus criaturas. Es no conocer el ámbito de la Trinidad Santa. Este conocimiento es un conocimiento límite. Pedro niega y los seguidores abandonan porque se les hace insoportable que en Jesús se revele la condición humana en su verdad y desnudez. Sólo cuando perciban que en el resucitado se les otorga la Paz del Amor incondicional podrán reconstruir su vida de seguimiento desde la profunda humildad de haber aceptado el fracaso y la propia debilidad.
El sufrimiento diluye las fronteras del propio amor, querer e interés, diluye las fronteras de un “yo” seguro de si mismo e impasible para adentrarse en la Comunidad Compasiva con los sufrientes y con la vulnerabilidad de la condición humana. No hay posibilidad de concebir el amor sin sufrimiento por las personas que se quiere. Jesús traspasa todas fronteras hasta la muerte de cruz para identificarse con lo que somos (“caridad que viniste a mi indigencia que bien sabes hablar mi dialecto, así sufriente corporal amigo, ¡cómo te entiendo! Dulce locura de misericordia, los dos de carne y hueso” Himno. Laudes Viernes II semana) Jesús ha traspasado todas las fronteras, se ha encarado con la debilidad rompiendo los mitos culturales del éxito, la competencia, la imagen, el bienestar, la comodidad, la apatía e impasibilidad… y mostranos con su vida que quién la pierde la gana.
Tenemos que afirmar, no contra nadie, que una espiritualidad que no traspasa la frontera y los límites de lo que cada cultura nos dice hoy sobre la condición humana no es cristiana. El mundo pone fronteras y limites muy preciso al “yo”: sé exitoso, no muestres debilidad, busca éxito, no te impliques, cuida tu bienestar, la salud cuídala a costa de lo que sea… un “yo” diseñado y fabricado para ser fuente de beneficios para todo tipo de industrias que trafican con lo humano, Jesús desde el reverso de los limites establecidos por el mundo nos muestra que la gracia está en el fondo de la pena. Sólo un yo des-vivido vive, pasar esta frontera de vértigo tan sólo lo podemos hacer con la fortaleza que nos da el Santo Espíritu.
La Vida Consagrada tiene que discernir hondamente en que dice cuando dice espiritualidad, este es uno de los territorios de más difícil discernimiento porque el mundo es muy tramposo y hoy el mercado ha encontrado un filón muy rentable con las “espiritualidades”. No caigamos en la trampa de decir como Simón “No lo conozco”, si no lo reconocemos no podremos tender puentes ni traspasar fronteras que nos lleven más allá de nuestros propios intereses personales o institucionales, salgamos del “yo” para abrirnos a la vida. Este es el camino de la Pascua de Jesús.
f) “La cortina del santuario se rasgó”
Al expirar Jesús se rompe un límite, se abre una frontera de “una vez por todas”: ya no hay línea divisoria entre el “Sancta Sanctorum” y el mundo profano. Se ha diluido la frontera que separaba el espacio y el territorio entre sagrado y profano, solo hay un único mundo, y es el mundo del Dios Compasivo implicado en el Crucificado. No hay “lugares” privilegiados para la Divina Presencia, está se da en el Crucificado y los crucificados, aquí se establece un mapa novedoso y radicalmente distinto a los trazados por los principales de los pueblos y por las religiones instituidas que tienden a acotar y gestionar territorios.
“Nuestra casa es el mundo” decía el P. Nadal, nuestra casa no son los espacios sagrados, se han rasgado los velos de separación, pero no olvidemos que la continua tentación de los hombres y mujeres religiosos es volver a recoser la cortina rasgada para tener espacios de poder y territorios religiosos que gestionar. Percibir la divina Presencia en el Crucificado lo hace el centurión extranjero, no la perciben los gestores religiosos que blasfeman delante de la Cruz pidiéndole al crucificado que demuestre que es el Hijo de Dios bajando de ella, el Hijo de Dios no baja de la Cruz precisamente por ser el Compasivo. Esta percepción de la cruz nos lleva a percibir que efectivamente las fronteras no son religiosas, ni geográficas, ni estatales ni nada que se parezca, sino que miramos el mundo desde otros parámetros, desde otras categorías y entonces percibimos que no cabe otra cosa que pedir al Compasivo que nos sumerja en el mundo para junto con él proclamar la Buena Noticia de Dios Fuente de la vida y junto con Él poder generar dignidad, justicia y fraternidad.
Situarse en las fronteras para S. Ignacio es pedir la gracia de salir del propio, amor querer e interés, y que sólo el Señor Jesús sea el Señor de nuestra vida, así seremos hechos compañeros. La Vida Consagrada si es fiel a la raíz de su vivir en pobreza, castidad y obediencia seguirá estando en los caminos, junto con los y las mejores que nos ha precedido, del mundo en el que la única frontera a derribar sea la que separa lo humano de lo inhumano, la justicia de la injusticia, el amor del odio.
Toni Catalá sj
Centro Arrupe. Valencia